ΓΙΑ ΟΣΟΥΣ ΑΓΑΠΟΥΝ ΦΑΝΑΤΙΚΑ ΤΟ ΤΑΝΓΚΟ ΚΑΙ ΤΟ ΠΟΔΟΣΦΑΙΡΟ

Para todos aquellos fánaticos del tango y del fútbol acá les dejo un compilado de tangos que hacen referencia a estas dos pasiones populares. Que lo disfruten !!!

Σάββατο 16 Ιουνίου 2012

A ROBERTO «POLACO» GOYENECHE


JORGE IGNACIO SEPIURCA


A ROBERTO «POLACO» GOYENECHE

¿ Dónde estarás Roberto - me pregunto -
a lomo del violín de Raúl Kaplún,
canturreando los tangos en tranvía
para la esquina del primer aplauso,
donde María Elena espera, todavía ?

Pasillo de veredeas y glicinas,
brindis de virgen vino,
saco cruzado, un jopo de gomina,
y el triunfo: " Federal Argentino ".

¿ Dónde estarás Roberto - me pregunto -
en la cortada de Julián y Luna,
donde te conocieron por "Varsovia"
y un Pichuco te llora aún, Polaco,
desde su jaula de fueye sin cuna ?

Hay un palco extraño y brumoso,
con fraternaes "tábanos" viejos,
y tu voz corralonera
tiembla tangos fraseados y añejos.

... Y te encuentro al fin Roberto,
sí: te encuentro;
en un tablón de la cancha, sin bulones,
( la esperanza MARRON de corazones )
gritando siempre juntos, siempre fuerte
ese gol que nos salve
de la vida y de la muerte.


( EXTRAIDO DEL LIBRO 75 AÑOS - HISTORIA DEL C.A. PLATENSE )


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Fue chofer de colectivos y terminó triunfando en París. Su vida está sazonada por condimentos míticos: la gloria, la noche, el olvido, el rescate. Una historia circular que nace y muere en Saavedra.
La historia es tan perfecta que merecería ser cierta: Roberto Goyeneche iba manejando un colectivo de la línea 219 una madrugada de 1951 cuando se puso a cantar Mano a mano. Había cuatro o cinco pasajeros en el fondo, dormitando. Uno de ellos se despertó: sigiloso, se ubicó en uno de los asientos de adelante para escuchar mejor. Era Justo José Otero, representante de la orquesta de Horacio Salgán. Otero quedó maravillado y le pidió que cantara otro tango. Poco tiempo después de esa improvisada audición rodante Goyeneche —que todavía no era El Polaco, que dudaba entre ser cantor o chofer porque "ya tenía una familia que mantener"— grababa su primer tango: Alma de loca, con la orquesta de Horacio Salgán.
La personalidad de Goyeneche se construye sobre dos aspectos latentes en esta historia: uno más pintoresco, anecdótico; y otro sustancial, más técnico. Los condimentos casi de sainete —la casa chorizo de Saavedra, Platense, su amor por los pajaritos, el prototipo tanguero de noche, farras y placeres— se entrecruzan con la enorme capacidad expresiva, la entonación perfecta, el mítico fraseo. El equilibrio entre estas características complementarias se quiebra a partir de los años 80. Al tiempo que la voz se acercaba cada vez más a esa garganta con arena (una metáfora terrible que le cantó Cacho Castaña), el personaje se comió al cantor. Paradójicamente, el decidor crepuscular convocó nuevos públicos: El Polaco se entregó mansamente a esa transversalidad y fue fetiche de cineastas, rockeros y periodistas. Quien años antes aparecía haciendo unos bolos televisivos con la camiseta de Platense en Operación ja ja, había sido rescatado para triunfar con Tango argentino; Pino Solanas terminó de definir el fenómeno en Sur, donde su mayor logro fue que Goyeneche hiciera prácticamente de sí mismo: un cantor de barrio veterano atravesado por el alcohol. El artista que había brillado con Salgán, Troilo, Baffa y Berlingieri y hasta Piazzolla era, ahora sí, ídolo popular.
"Para mí, las notas musicales son esos negritos que quieren saltar el alambrado", decía. Como muchos cantores populares, él hacía gala de su carácter intuitivo. Esa intuición regía sus gustos y muchas de sus declaraciones periodísticas. En los años 60, plena guerra del cerdo, decía que amaba a Astor Piazzolla y a Los Beatles. El tango no sabía cómo reformularse después de la debacle de las orquestas típicas y de que la juventud cambiara la paliza de glostora por las melenas progresivas. Goyeneche supo refugiarse en tanguerías como Caño 14.
"Hace 40 años gustaba el tango. No se puede pretender que todo siga así. Ahora lo que gusta es el rock. En el fondo, me parece, es lo mismo". Sus últimos años los pasó ampliando horizontes, cantando aquí y allá, grabando Los ejes de mi carreta, Como la cigarra o Los mareados con Mercedes Sosa. Pretendía despedirse a lo grande. Tenía planeado un disco con Enrique Cadícamo y otro con Mariano Mores.
Roberto Goyeneche nació y murió en Saavedra. Esa noche del 27 de agosto de 1994, cuenta su hijo Roberto, aparecieron muertos los veinte canarios que su padre cuidaba con delicadeza.
Alegoría perfecta. También merecería ser cierta.


Η πηγή των πληροφοριών εδώ.


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CLUB ATLÉTICO PLATENSE

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