VIEJO GASÓMETRO
Vientos de tristeza soplan por Almagro,
el progreso a veces nos hace llorar.
Hoy es SAN LORENZΟ que entrega la historia,
su estadio y las glorias que supo ganar.
El viejo gasómetro se llamó a silencio,
vacío por dentro, sin grito de gol.
Domingos soleados,
te acordás hermano?
Ravioles temprano
que hoy juega el Ciclón.
Mareas
humanas que por todos lados
con paso
apurado buscaba el tablón.
Después, la alegría de toda esa hinchada,
fiel y seguidora, como la de hoy.
Flamear de
banderas y el tenso silencio
cuando se
anunciaba nuestra alineación,
Blazina en el
arco con Vanzini, Basso,
Zubieta, Grecco y
Colombo formaban atraz,
y en la delantera
Imbelloni, Farro, Pontoni,
Martino, Silva o
De La Mata, todos eran crack.
Lo veo al
Tano Grecco saliendo del
túnel,
con la azulgrana metida en la piel.
La número cinco
de color naranja,
detrás la
arrogancia de todo el plantel.
Noches de boxeo,
deportes variados
y esos carnavales
que nunca olvidé.
Se abrirán las
calles, se harán muchas casas,
el Viejo Gasómetro les dio su lugar,
pero de esa tierra
de su misma entraña,
los GAUCHOS DE BOEDO NO SE IRÁN JAMÁS!
Στίχοι: Ernesto Pierro.
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El Viejo Gasómetro, el canalla Cacciatore y Carrefour
El fútbol te ofrece historias maravillosas, conmovedores
relatos que merecen ser contados. San Lorenzo de Almagro es todo romanticismo.
Pero también es una especie de gigante fornido, capaz de aguantar todo lo que
le echen, capaz de levantarse cuando le zancadillean, de gritar, de seguir
caminando. A pesar de que nace en Almagro, en la parroquia de San Antonio y
toma el nombre del sacerdote que apadrinó a ese grupo de chavales que peloteaba
en la calle, Lorenzo Massa, el epicentro del sentimiento cuervo radica en
Boedo, en la Avenida de la Plata, entre las calles Inclán y Las Casas, todo
bajo la atenta mirada de la esquina que cantó Homero Manzi en uno de los tangos
más representativos de Buenos Aires.
Entre esas calles anteriormente mencionadas, en la Avenida
de la Plata, se levantó en 1916 el Gasómetro. Era el primer estadio de San
Lorenzo, que a penas contaba con ocho años de historia. Boedo, al Sur de
Almagro, se convirtió desde entonces en la casa del equipo santero, denominado
así por su origen ‘divino’. El campo, de tablones como todos los que se hacían
en esa época, se parecía a los antiguos gasómetros, de ahí al sobrenombre. El
estadio no se terminó hasta 1929, llegando a alcanzar entonces una capacidad de
75.000 espectadores y convirtiéndose en el coliseo con más lumbre del país.
La selección nacional no tardó tiempo en hacerlo su sede por
más de treinta años. El Gasómetro se conocía por aquel entonces como el
‘Wembley porteño’. Allí la albiceleste dio grandes tardes de fútbol. Allí se
lució Isidro Lángara, allí deslumbro el famoso trío compuesto por Farro,
Pontoni y Martino o la línea ofensiva más gloriosa que se recuerda en aquel
país, los ‘Carasucias’. Allí San Lorenzo confirmó la supuesta grandeza que se
le otorgó al inicio de la era profesional. El Cuervo levantó campeonatos en ese
Boedo que ya era conocido en el mundo no sólo por el grupo literario de
izquierdas que tomó su nombre en los años 20, sino por su equipo de fútbol, una
alternativa real en Buenos Aires a River y Boca.
Nunca pensó San Lorenzo ni Boedo, que su apacible vida allá
por los años setenta, conllevada con una difícil situación económica, como
ocurría con la mayoría de los clubes argentinos, se tornaría en una pesadilla
con la llegada del Mundial en 1978. El Gasómetro estaba ciertamente
deteriorado. Muchos creyeron que con la cita mundialista se le cambiaría la
cara al que había sido hasta ese momento el templo del fútbol argentino. Pero
no fue así. La dictadura prefirió obviar al Sur de la ciudad, quiso esconder
esa realidad obrera, esas clases trabajadoras, a los periodistas y empresarios
internacionales que venían a la capital. Por ello optó por potenciar otros
estadios, en zonas más acomodadas, volcándose sobre el todo en el Norte, con
River.
Era el comienzo de un fin orquestado por el alcalde de la
ciudad, el Brigadier Cacciatore, alcalde bonarense en aquella época
dictatorial. Este militar acondicionó las inmediaciones del Monumental,
eliminó, por ejemplo, la villa miseria del Bajo Belgrano. Además, renovó y
terminó el estadio de los millonarios, lo puso bonito, lo convirtió en una
maravilla… Y mientras todo eso ocurría, el Gasómetro, el mítico Gasómetro, veía
impotente como el ominoso regimen amenazaba con extinguir su tradicional
resplandor.
Terminado el Mundial, el Brigadier Cacciatore quiso
aprovecharse de la situación de debilidad de San Lorenzo. Los terrenos del
Gasómetro eran muy golosos y comenzó una auténtica maniobra de expropiación sin
precedentes, ante la que nada pudieron hacer los hinchas cuervos. Primero se
alegó que había que hacer una reordenación urbana y se necesitaba una apertura
de las calles Muñiz y Salcedo, para lo cual había que tirar el estadio. En este
terreno el ayuntamiento se propone construir viviendas, prohibiéndose
expresamente la construcción de supermercados. Se dicta una ley que obliga a
que se lleve a cabo tal reordenación urbana. San Lorenzo se resiste a aceptar,
se resiste a decir adiós al estadio de toda su vida, a su barrio, al lugar
donde también estaba una de las sedes deportivas más completas del país. Pero
nada se pudo hacer, porque las presiones de Cacciotere eran imposibles de
soportar. En diciembre de 1979 jugó su último partido contra Boca. Luego el
campo se echó abajo. San Lorenzo se quedó con 900.000 sucios dólares de
consuelo que le pagó una sociedad fantasma, constituida pocos días ante de la
venta.
La canallada de la dictadura llega a su punto álgido con el
devenir del tiempo. Pasaron los años y no hubo apertura de calles, tampoco se
construyeron viviendas. En 1983 se establece una ordenanza que anulaba la
prohibición de establecer un supermercado en esa zona y los terrenos se le
venden a Carrefour por ocho millones de dólares. ¿Dónde van a parar? Pregunta
sin resolver.
Y ese es el final de la historia. Donde estaba el Gasómetro,
donde se levantaba el orgullo del fútbol argentino, hay ahora un Carrefour,
justo al lado de la sede del Club, que sigue allí, en plana avenida de La
Plata. La desaparición del Gasómetro trajo la crisis deportiva cuerva más grave
de toda su historia, por primera vez bajó a Segunda y estuvo 14 años sin
estadio, peregrinando por diversos campos de la ciudad, soportando la vergüenza
de no tener casa en contra de su voluntad. En 1993 se construyó el estadio
Pedro Bideguain, en el Bajo Flores, más al Sur de Boedo, en una zona nada
representativa para los azlgranas. Allí San Lorenzo, no obstante, ha conseguido
volver a sonreír y levantar títulos, el último el anterior Clausura de la mano
del Pelado Díaz. Ni siquiera el cruel destino ha impedido que el gigante siga
en pie.
Se da la circunstancia de que todos los triunfos importantes
logrados por San Lorenzo se siguen celebrando en la mítica esquina de San Juan
y Boedo, la esquina de Homero Manzi, la esquina por la que las masas cuervas
deambulaban con sonrisas después de disfrutar en el Gasómetro antes de que esa
dictadura cruel mezclara fútbol y política. Sí, la esquina por la que, puede,
vuelvan a circular los aficionados azulgranas en las tardes de domingo. Eso ya
lo contaremos mañana, porque no hay que olvidar que esa parte de Boedo es
tierra santa para los sanlorencistas. Y ya se mueven los hilos para recuperar
lo que siempre fue suyo.
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